*Por Bernardo Congote Ochoa

El próximo 27 de octubre se define la suerte de la Argentina (¿y de Latinoamérica?). Las elecciones presidenciales reflejarán los resultados de una clara polarización. Por un lado, el populismo dictatorial de la facción kirchnerista del viejo peronismo y, por el otro, el intento de recuperación republicana liderado por el actual presidente Mauricio Macri.

Durante los últimos cuatro años, Argentina sólo empezó a subir desde el fondo del abismo. Allí fue dejada como producto de la doble administración Kirchner (2002-2015). Desperdiciando una bonanza singular a comienzos de los 2.000, Cristina Fernández sucedió a Néstor dejando a la Argentina en situación crítica.

Empeñada en recargarse como moderna “Evita”, Cristina destinó los recursos públicos a subsidiar desempleados y emplear a millares de sus militantes en oficios nulos pagados por la nómina estatal. Argentina es, tal vez, el único país latinoamericano donde casi el 50% de la fuerza laboral es sostenida por el Estado.

Esta situación, aunada al despilfarro del superávit comercial de comienzos de los 2000; al imperio de un sistema mafioso que bloquea la logística transportadora; y a la complaciente proclividad empresarial a pagarle coimas al aparato de gobierno para recibir sus contratos, llevó a la Argentina a un agudo déficit fiscal junto con un default que bloqueó el pago de casi toda su deuda externa.

Macri llegó en diciembre de 2015 liderando a Cambiemos. Un movimiento republicano rejuvenecido, que se hizo elegir para rehacer los estropicios del kirchnerismo. Sólo que el abultado peso dejado por Cristina, junto con los vaivenes de la guerra comercial global y numerosos errores propios, tienen en vilo su reelección este octubre.

Los problemas se agravan porque la probable reelección de Cristina, en cuerpo ajeno a nombre de Alberto Fernández, amenaza reeditar la vieja tenaza que armó el kirchnerismo con el chavismo venezolano, teniendo a Cuba por cómplice-facilitadora.

Evidentes afinidades entre sus propósitos populistas llevaron a Chaves, primero, y luego a Maduro, a establecer con el régimen kirchnerista lazos que, gracias al petróleo subsidiado, hicieron que Venezuela ocupara lugar en Mercosur. El que ha perdido hoy, debido a sus protuberantes máculas dictatoriales.

El dúo Chaves-Maduro ha llevado a Venezuela a la degradación dictatorial más vergonzosa de la modernidad, inclusive por debajo de la cubana (siendo cubanos sus inspiradores ideológicos). Por ello que la amenazante reelección de Cristina este octubre, constituiría el cierre de una perversa tenaza populista-dictatorial sobre toda Latinoamérica.

La Argentina comenzó a replantearse sus tradiciones justicialistas luego de que, pasado más de un siglo, había degradado desde el país más rico de Latinoamérica hacia el abismo del más crudo subdesarrollo.

Todavía inspirada nostálgicamente por el espectro parisino de Buenos Aires, el gobierno federal argentino sobrevive atrapado en cierto feudalismo-agroindustrial que hace de las provincias un improductivo contrapeso ante cualquier ánimo unionista nacional bonaerense[i].

Lo anterior desnudaría a la todavía incipiente república, como víctima de divisiones profundas internas que, sin duda, han facilitado que el fantasma peronista del siglo XX se mantenga vivo en perjuicio de una nación que, impávida, se estaría devorando los últimos saldos de su prosperidad decimonónica.

Por esta razón es posible que, de llegar a ser reelegido el modelo kirchnerista, que viene cargado de promesas que no fue capaz de materializar durante sus doce años de gobierno, el madurismo dictatorial venezolano se vuelque a abrazar a los reelectos prometiendo ayudarles a los argentinos a reproducir sus “milagros”.

¿Cuáles? Que la huida de capitales se agudice, junto con la huida de ciudadanos. A que militares cubanos lleguen también a la Argentina. Y a que el genocidio de hambre a la venezolana muy pronto se desate también en la argentina[ii].

No sería vano especular, por tanto, en que el hundimiento en el abismo kirchnerista, de volver éstos al poder este octubre, signifique que en toda Latinoamérica se multiplique el desplazamiento miserable humanitario, ya no sólo nutrido por la dolorosa diáspora venezolana sino por otra adicional: ¡la argentina!

¡Alerta!

 

[ii] No se olvide que la hija de Cristina Kirchner, Florencia, desde hace varios meses se encuentra arropada en La Habana, estando involucrada en varios de los delitos contra las finanzas públicas que también acosan a su madre en diversos estrados judiciales argentinos. La Habana se ha convertido, este último año, en el refugio y oasis ( ) natural de la ahora candidata vicepresidencial argentina.