Así concluye una nota de Jorge Fernández, refiriéndose al problema de Vidal en la Provincia de Buenos Aires. A pesar del cierto tufillo amenazador que contiene el paralelo, desde Colombia, paradójicamente, lo celebro. A condición de que nos digamos algunas verdades.
Es cierto que Colombia y Argentina se unen en varios asuntos destructivos. El primero y peor de ellos, su afinidad narco cultural. No habría sido gratuito que los herederos de Escobar eligieran a Buenos Aires como su nueva residencia, años ha. No habría sido suficiente explicación de ello que Medellín, su patria chica, hubiera sido en el siglo XX la vitrina más importante del tango por fuera de la Argentina. Hubo algo más.
En efecto, puede ocurrir que, en la Argentina, también como ocurrió en Colombia, prácticas que por décadas destruyeron el andamiaje republicano, hubieran abierto el hueco por entre el cual se ha profundizado una cultura mafiosa. Cultura de la que los K son los reyes indiscutibles. En Colombia esa cultura no empezó con Pablo Escobar. Éste sólo hizo movilizar cocaína y marihuana por los mismos caminos que transitaron los contrabandistas antioqueños trayendo y llevando ilícitos. Esos contrabandistas adquirieron con los años un estatus empresarial y financiero.
También la Argentina se duele del abandono irresponsable de su prosperidad socio política del fin del siglo XIX. De la forma en que el justicialismo habría regalado las riquezas sin sembrar una cultura del trabajo productivo hacia adelante. Efecto de lo cual provendría su negligencia en el control de fronteras que, sin dudar, se califican de porosas.
Territorio de generosa amplitud, también como a Colombia le habría quedado difícil imponer soberanía en toda su extensión. El hecho de que las provincias norteñas estén ubicadas cerca a Bolivia, explicaría en buena parte los caminos iniciales de la droga hacia el interior penetrando los poros fronterizos. Este fenómeno apenas lo habría venido a develar el régimen de Cambiemos.
Es posible que el Frente Nacional colombiano se parezca algo al régimen peronista. Durante 150 años de existencia republicana, un bipartidismo corrupto y violento gobernó a Colombia conservando privilegios de élite. Hasta el nacimiento de FARC en los años 60, Colombia padeció aproximadamente un conflicto civil violento cada 2,5 años. Es posible, por tanto, que la Argentina durante los que Uds. llaman “los últimos setenta años” de la égida peronista y el golpismo militar, hubiere cocinado su versión propia cultura mafiosa, madre a la vez del narcotráfico.
Los recientes hallazgos de la llamada “década saqueada” lo confirmarían. No habrían sido los K propiamente los inventores de la corrupción y la presión violenta en la Argentina. Tal como lo hicieron Escobar y sus pares en Colombia, guardadas ciertas proporciones, los K crecieron en medio de un caldo cultural mafioso.
Ahora. ¿Qué fenómeno agrava la situación de la narco cultura en la Argentina? Que a pesar de las experiencias de Colombia, el régimen de Macri estaría cayendo en la misma trampa que cobró tanta destrucción en Colombia desde los años 90: la mal llamada “guerra contra las drogas”.
Ignorando voluntariamente mirar para el patio vecino, la Argentina hoy como Colombia ayer, se encuentra abocada a caer víctima de la doctrina estadounidense que intenta distraer resolviendo un problema de demanda (su alto consumo interno de drogas) mediante el ataque a la oferta (romper frágiles y dispersas redes mafiosas productoras o distribuidoras). Una especie de neo doctrina Monroe que significaría: Uds. ponen los muertos y nosotros nos quedamos con los dólares.
En consecuencia, en tratándose de tomar constructivamente aquello de la “colombianización” de la Argentina, se hace tarde para advertir desde Colombia que en el Río de la Plata se cuecen hoy las habas de una guerra contra el narco que, el mismo día de su declaración, se debió declarar perdida.
Bernardo Congote es profesor universitario colombiano y miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (Argentina).