*Por Bernardo Congote

“Se juega como se vive”. A Maturana casi lo expulsan de Colombia por decir esto. A mí podrían imponerme visa en la Argentina. ¡Qué le vamos a hacer! El panorama de la selección argentina de fútbol produce muchas críticas, pero pocos dolores. Las críticas miran hacia afuera. Los dolores vienen desde adentro.

Resulta fácil sacar el dedo índice. Pero, como me lo hizo saber un bendito colega, cuando sacamos el índice adelante tenemos tres dedos señalándonos. ¡Tres! Pero sólo vemos el índice. Duele mucho hacerles caso a los tres dedos. Porque nos comprometen a cada uno con la responsabilidad que nos cabe en el presente.

La selección argentina, hace mucho tiempo que no juega. Deambula. Hace mucho no ataca. Se defiende. Hace mucho tiempo no demuestra fuerza. Es frágil. Hace tiempo que no convence. Duda. Hace mucho que no tiene dirección. Divaga.

¿Acaso es <<culpa>> de los apenas 22 jóvenes que tienen la osadía de vestir la camiseta argentina, acosados por millones de sus compatriotas que les exigen ser <<salvados>>? ¿Acaso Lionel Messi tiene alguna responsabilidad en reflejar sobre la cancha la desidia colectiva que sigue acosando a la Argentina y se expresa en el seleccionado?

Paradójicamente la grieta de la desidia, del deambular, de las <<salvaciones>, se ha profundizado luego de que las mayorías eligieron en 2015 a unos marcianos que osaron llamar al cambio. Varias de las patologías sociales se han vomitado encima de estos que cometieron el <<error>> de responsabilizarse por inducir cambios. ¡Tiene su lógica enfermiza esto!

Aquellos que osan salir de la caverna a enfrentar la luz que hay afuera, reciben gritos furibundos de los que se quedan adentro invitándolos a regresar. A echar para atrás. A que sigan <<viviendo>> cuando apenas sobreviven. A que se reacomoden en el fondo maloliente de la caverna y, todos juntos, unan sus manos señalando con el dedo índice hacia algún salvador.

Uno que ofrezca una <Salvación>> que, por supuesto, no les exija algo. Por supuesto que no cueste. Por supuesto que no haya que pagarla. Más o menos como la energía eléctrica.

Por todo lo anterior, el apagón dominical argentino es, paradójicamente, un hermoso y vivificante llamado hacia la luz. Por primera vez muchos argentinos aprendieron que la energía puede fallar; que la bombilla puede no encender; que el televisor sigue en OFF; que el servicio de energía es un complejo sistema que se deber pagar para mantenerlo; en fin; que todo cuesta, hay que mantenerlo y hay que pagarlo.

Paradójicamente los roedores de las KloaKas han salido de nuevo a señalar. Pero por supuesto no ven sus tres dedos. Años de robos; de desgreños; de energía <<gratuita>>; de tarifas <<sociales>>; de mantenimientos cero. Todos ellos los roedores han vuelto a salir vociferando.

Lo grave es que, en medio de las sombras, muchos añoran reelegir a quienes hicieron todo lo posible para apañarse la plata y producir este apagón. Pero este apagón puede haberle traído una señal de luz a la Argentina. La misma que le hace falta a la Selección. 22 jóvenes argentinos les siguen gritando a los argentinos desde la cancha: ¡se juega como se vive!

Pronto, y democráticamente(¡qué fortuna!), la sociedad votante decidirá si la Argentina continúa jugando su partido metiendo goles o ¡metiéndose autogoles!

 

*Miembro del Consejo Internacional de la Fundación Federalismo y Libertad (www.federalismoylibertad.org), profesor universitario colombiano y autor de La Iglesia (agazapada) en la violencia política (www.amazon.com).

Junio 17 2019