*Por Gabriel Flores
En el mundo ocurrieron tres grandes revoluciones que permitieron la consolidación de lo que hoy se conoce como edad moderna: 1) la reforma Luterana (1517-1648); 2) la revolución Gloriosa(1688-1689), y 3) la revolución Francesa (1789). De estas tres, comentaremos brevemente ciertas implicaciones que tuvo la revolución luterana en la evolución del lenguaje político entre la transición del pensamiento político medieval al pensamiento político moderno.
Partiendo de los planteamientos de Weber, Wolin, y Skinner, encontramos que Lutero (1483-1546) no buscaba cuestionar la estructura política de su época, aún así, su reforma trastoca a la actividad política del momento, puesto que al cuestionar a la iglesia, tendría ineludiblemente implicaciones política, ya que no había ocurrido lo que hoy se denomina “separación de las dos espadas” y, por consiguiente, sus planteamientos críticos generaron implicaciones que trascendieron en la historia del pensamiento político. En este orden, vemos que existe un debate en cuanto a la reforma de Lutero, para algunos la iglesia con alevosía usó a Lutero para oxigenar la creencia “reformadora”, lo que sería un continuismo del pensamiento medieval. Para otros, su reforma es un hito trascendental, ya que representa un giro en el ejercicio eclesiástico, pues cuestiona las ideas del catolicismo y por consiguiente el pensamiento medieval. Sus lecturas de San Pablo y San Agustín –como comenta C. Hayes- le formó una convicción que difería con la doctrina mayormente aplicada en la iglesia católica. Sin embargo, sea una revolución tutelada por la iglesia, o un acto irreverente que surge en la defensa y reivindicación de la fe, sus principales aportes en el campo de la teología son hoy día objeto de estudio.
En el año de 1517, ocurre un hecho significativo que indigna al monje Lutero, pues, el Papa León X ordena conceder indulgencias para la salvación de las almas con el objeto de obtener dinero para seguir costeando proyectos de Roma. Esto se presenta como el suceso catalizador que da rienda suelta a las preocupaciones que lo agobiaban por años al notar el suplicio de los hombres para obtener la gracia de Dios y con ella, la salvación; y la preocupación por las prácticas indecorosas del Vaticano. Lo que lo lleva a alzar la voz contra tales acciones corruptas de la institución las cuales se alejan de las enseñanzas de las Escrituras. Asimismo, levanta su voz contra las indulgencias ya que consideraba que incentivan a pecar, pues, al venderlas proporcionan la “salvación” de las almas, por tanto toda persona que tenga capacidad de costearlas podrá realizar cualquier acto despreciable, ya que al final del día, podría conseguir su salvación comprando las mismas, sin que esto implique un arrepentimiento sincero. También porque lo considera un engaño a las almas nobles e ignorantes. Todo esto lo lleva a enfrentarse a la iglesia al exponer sus 95 tesis, y al expresar que la gracia de Dios no se obtiene por medio de una carta, sino por el arrepentimiento del pecado y por medio de la fe, por lo tanto, Dios libera a los hombres de la compra de indulgencias y de la necesidad de hacer buenas obras para la salvación de las almas, y eso lo llevó a responder diversas interrogantes, como “¿Qué deben hacer los cristianos con esa libertad?”, a lo que responde: «La verdadera vida cristiana es cuando un hombre se dedica con alegría y amor a servir voluntariamente a los demás y por nada, haciendo sólo lo que es útil, ventajoso y sano para nuestro prójimo, ya que, por la fe, abundamos en todas las cosas buenas en Cristo».
Este enfrentamiento frontal con la iglesia, demuestra que para él ya había dejado de existir una autoridad divina en esa institución, por tanto, cuestiona a la iglesia como los filósofos políticos se encargan de cuestionar la autoridad del poder político al responder el ¿por qué? de la obediencia política, el por qué se debe obedecer al Estado. En este caso, Lutero lo hace con la iglesia y el Papa, pero no para cuestionar a Dios, sino para mejorar la obediencia para con él y sus Escrituras. Esto lo convierte en un pensador revolucionario que llega a las multitudes, gracias a la ayuda de la imprenta. Entonces vemos que al cuestionar las prácticas de la iglesia, cuestiona el sistema social el cual hace al hombre un ser pasivo, pues el arquetipo cristiano clásico es esa pasividad y sufrimiento, donde el cuestionamiento es pecado, el dudar es igual a no creer, y todo alzamiento de voz te lleva a ser considerado como hereje.
Ahora bien, ¿cómo su reforma religiosa pudo haber incidido en la transición del pensamiento político medieval al pensamiento político moderno? Pues, aunque sus ideas no son una causa directa de la modernidad, y mucho menos, del pensamiento liberal; incide al cambio del lenguaje político que contribuye en esa transición, ya que pensó la relación del hombre directamente con Dios, y no de la institución de la iglesia con Dios, que subordina al hombre a un status de no cuestionamiento o razón limitada a la autoridad –falacia de autoridad-. Es decir, contribuye al paso –sin intención alguna- de pensar al hombre meramente como una creatura, a pensar al hombre como un individuo. Puesto que al cuestionar al monopolio de la interpretación de las Escrituras de la iglesia, fomenta la subjetividad en relación con Dios, siendo la subjetividad clave en la formación de la racionalidad –elemento característico de la modernidad y del individualismo-.
Finalmente, como sostiene S. Wolin “este pensamiento religioso despolitizado ejercía una profunda influencia sobre la posterior evolución de las ideas políticas”. Por consiguiente no es descabellado ver como aporte -visto en retrospectiva, sin caer en anacronismo- que su teología revolucionaria alimenta el ideario democrático – sin caer en prolepsis, pues no se afirma que esa era su intención- ya que demuestra el poder de los medios de comunicación -imprenta- para modelar y condicionar a la opinión pública, pues por medio de ella se regó el germen de la reforma religiosa. Asimismo, con su reforma, se demostró que la imprenta sirve para controlar al ejercicio del poder, así como el demostrar la importancia de la libertad de expresión y el conocimiento público, al traducir el Nuevo Testamento al idioma alemán y fomentar la educación a las niñas, siendo considerado revolucionario. Por tanto, conocer los elementos que sirvieron de caldo de cultivo para el paso de una forma de pensamiento político a otra –y con ella de lenguaje político- nos sirve de herramienta para pensar y reordenar nuestra realidad, pues sin duda, vivimos en tiempos de cambios constantes.
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Estudiante de Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela. Consultor Junior en construcción de escenarios y análisis de entorno, investigaciones de carácter científico en el área de las Ciencias Sociales. Miembro de la Fundación Federalismo y Libertad Venezuela.