Por: Adrián Ravier*

Hace exactamente tres años, un 28 de octubre de 2011, con Amado Boudou como Ministro de Economía, se impulsaba desde la AFIP el “Programa de Consultas de Operaciones Cambiarias” a través de la Resolución General 3210/11. El cepo aparecía poco después de la reelección de la Presidente Cristina Fernández de Kirchner –victoriosa con el 54 % de los votos-, lo que había iniciado un proceso de fuga de capitales. El mercado se anticipaba entonces al endurecimiento del modelo en un sentido opuesto al de la libertad individual, los derechos de propiedad, la economía de mercado y el gobierno limitado.

Restricciones para todos

En ese entonces el dólar oficial cotizaba a $4.24, mientras que el paralelo apenas tomaba distancia hacia los $4.49, según informaban entonces los distintos medios de prensa. Unos pocos meses después, las empresas importadoras empezaron a requerir el visto bueno del Banco Central (BCRA) para hacer giros al exterior, lo que implicó demoras y complicaciones en la importación de productos básicos que se trasladaron muy pronto a las góndolas de los supermercados.

La Resolución General 3333 agravó aún más la situación, restringiendo la compra de divisas para viajar al exterior. La AFIP solicitaba que los interesados pidieran una autorización a la entidad, la que aprobaba o rechazaba las solicitudes al mismo tiempo que fijaba unilateral y arbitrariamente los montos.

El cepo impactó también en el mercado inmobiliario y en el atesoramiento. En el primer caso, debido a que las operaciones se hacían en divisas y los compradores tenían dificultades para obtenerlas. En el segundo caso, porque los ahorristas ya no podían obtener divisas al cambio oficial.

Por un tiempo, los turistas que salían del país disfrutaron de un subsidio, pagando sus gastos en el exterior con tarjeta de crédito y saldándolos en pesos al cambio oficial. Pero este acceso se cerró en agosto de 2013 con un recargo del 15 % primero, el que luego aumentó a un 35 %. Para fines de ese mes, el cambio oficial alcanzaba los $5,70, y el cambio informal o “blue”, los $9,40.

A partir del 20 de noviembre de ese mismo 2013, Axel Kicillof pasó a ser el Ministro de Economía, con un cambio oficial en $6,12, y un cambio paralelo en $9,04. No ha pasado un año aun de su gestión, y la devaluación en el cambio oficial llegó al 40 %, mientras que el paralelo acumuló una suba de más del 60 %, agrandando la brecha entre uno y otro.

La economía argentina presenta desequilibrios fiscales, monetarios y cambiarios, lo que deja estanflación, con una inflación que diversos analistas privados estiman en torno al 40 % y una recesión que se agrava y multiplica a todos los sectores de la actividad económica.

El cepo es parte del modelo

No debemos esperar el fin del cepo cambiario al menos hasta inicios de 2016, cuando un nuevo gobierno entre en funciones y se proponga un cambio de modelo. El cepo cambiario es parte de este modelo, como lo fue el 1 a 1 en el modelo de la convertibilidad. La única forma de abandonar este cepo cambiario es que el modelo explote por los aires, o bien, que se decida una gradual transición hacia un nuevo modelo. Cuando uno de los pre-candidatos presidenciables dijo que el cepo puede levantarse en 90 días, se refería precisamente a esa transición, la que puede tomar variadas formas.

Cabe recordar mi propia propuesta de convertibilidad a $15 por dólar unos días después de la mencionada asunción de Kicillof, con el único objetivo de sincerar la situación cambiaria. Su aplicación en estos días, posiblemente nos conduzca a una devaluación mayor y más costosa, para fijar una nueva convertibilidad a más de $20 por dólar, valor que surge de dividir el circulante, por las reservas netas del BCRA. Lógicamente, esto debería ir acompañado de equilibrio fiscal -lo que requiere cierto ajuste- e independencia del BCRA para no seguir monetizando los déficits fiscales acumulados. La propuesta resolvería el atraso cambiario, a la vez que se terminaría la inflación.

Volviendo al modelo vigente, y por si quedan dudas, vale la pena señalar que, si se intentara abandonar el cepo cambiario en este momento, sin otros cambios de fondo, los ahorristas se lanzarían inmediatamente sobre los dólares al cambio oficial y la fuga de capitales dejaría al BCRA sin reservas para sostener nuestra ya débil moneda nacional. La inflación se aceleraría rápidamente con claros riesgos de hiperinflación.

Que el cepo explote junto con el modelo antes de las elecciones no parece un escenario probable. Por un lado, los derechos de exportación permiten aun que el gobierno cuente con reservas suficientes para sostener el tipo de cambio oficial, compensando la fuga de capitales. Pero además, sin la cláusula RUFO como obstáculo a partir de enero próximo, el acuerdo con los holdouts parece lógico, y con ello se abrirán fuentes de financiamiento que permitan sostener el golpeado modelo.

Se abriría con el acceso a la deuda pública, entonces, una nueva fase del populismo que no logrará resolver los problemas de fondo de la economía argentina, pero ayudarán a llegar al final de 2015 sin un abandono del modelo.

Un modelo que paradójicamente ya no incluye (sino que multiplica pobres y desempleados), que además requiere de endeudamiento para sostenerse, y que en definitiva parece ser “otro” modelo, diferente de aquel del relato oficial.

 

*Es miembro del Concejo Académico de Federalismo y Libertad

Fuente: Infobae