Por Yesenia Álvarez*
Siempre me ha resultado preocupante el repetido desprecio con el que algunas personas se refieren al dinero. Estas personas están por todas partes, malintencionadas y bienintencionadas, igualmente rendidas a la grandilocuencia de calificar al dinero como algo siempre negativo. Frases como «cochino dinero» o »todo por el dios dinero» son lanzadas por quienes pretenden ufanarse de una moral superior frente a quienes los escuchan, especialmente en estas fechas decembrinas acusadas de un materialismo obseso y un consumismo malvado.
Como si fuera fuente de culpa y encogimiento reniegan del medio que les trae bienestar. Si no han hecho dinero degradando sus principios, saqueando, robando o realizando tareas que repudian, ¿por qué han de maldecir o sentir vergüenza de su dinero? Mezquinos intelectuales han convencido a la sociedad de que hacer dinero es el origen de todos los males. La afrenta a la creación de riqueza va desde el malicioso pensamiento que lleva a creer que si alguien »ha hecho dinero es más que seguro que lo ha hecho por malas formas» hasta las políticas y normatividades impulsadas por el Estado que castigan la producción mientras recompensan los privilegios y la expoliación.
La novelista y filósofa Ayn Rand aconseja »huir de quien diga que el dinero es malvado, pues esa frase es la señal que anuncia la presencia de un saqueador». No es una exageración de la filósofa y tiene sentido pues solo el que desconoce el verdadero significado del dinero lo maldice, ya que rechaza las formas honestas de su producción. A menudo, para quien se lo ha ganado honradamente con el fruto de su esfuerzo y de su mente, el dinero no es malvado. Y digo »a menudo» porque hay quienes pueden ser muy honestos pero caen en la trampa de repetir el credo de odio a la riqueza. Es en esencia una forma de ser malagradecido.
Así las cosas, pareciera que para los que maldicen el dinero la única forma de obtenerlo es deshonestamente, no hay más origen, niegan que alguien pueda obtenerlo como producto de su honesto esfuerzo. Estos maldecidores nunca van a mover un dedo para que en su sociedad se aseguren iguales oportunidades de hacer dinero a todos sus ciudadanos, al contrario son sembradores de miseria, buscan enfrentar a pobres contra ricos como si la pobreza se acabara destruyendo a los ricos y su riqueza. Con una fingida sensibilidad por los pobres emergen como solucionadores de la pobreza incentivando el odio a la producción de riqueza, dándole la espalda a caminos ya probados de cómo lograrla y condenando las posibilidades de quienes realmente la necesitan: los pobres. ¿Acaso un pobre quiere vivir odiando a los ricos o prefiere tener las posibilidades de convertirse en uno, de producir, de crear su bienestar, su riqueza, su dinero? Desafortunadamente los maldecidores están en aulas, en medios y le hacen el juego a los estados que apuestan por la corrupción, el soborno, los favores, los privilegios y la coerción. Juntos oprimen a la persona y su futuro, castigan al productor honesto, consiguen desplazar el éxito del más competente a aquel que prefiere intercambiar favores o sobornos. Con un Estado privilegiando y permitiendo esto «la honradez se vuelve autosacrificio mientras que la corrupción es recompensada» como lo expresa Rand.
Asumamos que el dinero es un medio de intercambio que se hace posible gracias a quienes producen y representa su esfuerzo. Los improductivos, los saqueadores, los expoliadores, los que buscan vivir a costas de los demás no podrán valorar nunca el significado que tiene el dinero. Quienes lo valoran saben que es un medio no un fin, que como afirma Rand «no comprará la felicidad para quien no sepa qué desea y no le dará código de valores a quien haya rehusado adoptarlo». El dinero es producto de la virtud pero no nos hará virtuosos. Cuando escuche decir que alguien ha sido corrompido por el dinero, aclare sin miedo que es al revés que »ha sido esa persona más bien quien ha corrompido el dinero». Lamentablemente la gente deshonesta siempre busca trasladar su responsabilidad a otros, los ampara una sociedad apañadora y compadecida que ha comprendido que ya no podemos ser responsables de nada, que alienta a las personas a dañar y a errar sin miramientos porque siempre alguien más cargará con la responsabilidad de sus actos. Para este credo de aversión a la riqueza, no es la persona la que corrompe el dinero, es este el que la ha corrompido a la persona, la culpa es del perverso dinero como lo es de la perversa televisión y otros perversidades, con ello socavan el significado del dinero como producto de nuestro esfuerzo.
Por ello, la defensa del dinero debe hacerse frente a estos pseudointelectuales que proclaman que el dinero es indigno y frente a los que Rand llama criminales por derecho o saqueadores de la ley, tanto y con la misma vehemencia con que nos defendemos de los criminales comunes. Hay muchas luchas pendientes en relación a ello pero la más próxima es desmitificar ese mezquino cliché de que el dinero es el origen de todos los males. En estas fechas que usted piensa pasar momentos de bienestar o felicidad con quienes ama y planea guardar, invertir, prestar o gastar el dinero que se ha ganado honestamente, no se sienta culpable, la prosperidad no es motivo de ninguna culpa. Las personas trabajan para vivir mejor y el dinero es su medio para salir adelante. Solo el que trabaja honestamente merece su dinero por ello lo respeta y lo conserva, solo usted conoce su significado, lo que le ha costado conseguirlo y solo usted podrá defenderlo con orgullo.
*Yesenia E. Álvarez Temoche es presidenta del Instituto Político para la Libertad (Perú), Miembro del Consejo Internacional de Federalismo y Libertad (Tucumán- Argentina).