Desde que ocurrió la revolución industrial hace más de 250 años, nos encontramos en un mundo que atraviesa los cambios más drásticos de su historia. Así, los cambios económicos y tecnológicos cambiaron los paradigmas sociales, provocando un aumento significativo y constante de la población mundial, el desarrollo agigantado en todas las áreas de producción  llevado a cabo por la implementación del sistema económico capitalista y la contribución de la globalización, generó que los gobiernos nacionales -en su mayoría en occidente- adquirieran un rol menos interventor en la economía, ocasionando un enfoque económico que prioriza el consumo masivo en lugar de la producción.

Bajo esta premisa, se estableció que el crecimiento económico es el camino para la mejora continua de la prosperidad humana en el planeta. No obstante, a lo largo de los años se demostró que los actuales modelos económicos que imperan en el mundo resulta ser inestables, incapaces en la distribución de los beneficios obtenidos del crecimiento y pobre a la hora de gestionar el entorno del que dependen las personas.

Un desarrollo sin precedentes a un alto costo

El crecimiento económico ocurrido en los últimos 50 años generó un desarrollo sin precedentes, pero las consecuencias de este desarrollo tienen una correlación directa con el deterioro del sistema de nuestro planeta, siendo así el principal contribuyente en los cambios generados a nivel medioambiental, como son el aumento en los niveles de contaminación, la pérdida de la biodiversidad, el cambio climático y algunas de las crisis sociales más recientes.

De esta manera, basándonos en los estudios de Steffen (2015), es identificable que los cambios estructurales en el planeta Tierra son provocados por el aumento de la actividad humana a partir de su desarrollo y actividad económica, teniendo como aliado a la globalización debido a que el desarrollo en la conectividad dentro del comercio permite un crecimiento más acelerado y un deterioro medioambiental en consonancia.

Por tanto, es menester entender que nuestro sistema de producción y consumo, generado por un sistema económico que no tiene en cuenta el equilibrio natural del ciclo de vida de la materia, está deteriorando el planeta a un ritmo acelerado, poniendo en jaque la vida humana, así como la de todas las especies con las que cohabitamos.

Al respecto, según estudios científicos recientes, está comprobado que si no cambiamos el desarrollo avasallador del sistema económico actual tendremos una situación complicada para los años posteriores al 2030. Recordemos que actualmente el planeta Tierra tarda un año y siete meses en regenerar lo que nosotros consumimos en uno, por lo que tenemos un déficit muy por encima de lo sostenible; a su vez, si las tendencias de producción y consumo de la población se mantienen a este nivel para el año 2030, se necesitará el equivalente a 2 planetas Tierra para sostener la vida humana en el globo. (Global Footprint Network, 2018)

Los límites planetarios

El investigador Johan Rockström estableció en el año 2009 los límites planetarios para que la humanidad continúe desarrollándose y prosperando en las generaciones siguientes. Dichos limites están alejados de los puntos de no retorno, por lo que son una advertencia clara de que si no se realiza una intervención oportuna podríamos transgredir el umbral. Si estos límites se sobrepasan los resultados serían el colapso de la vida tal y como la conocemos. Los impactos serían simplemente devastadores.

Por esto, las Naciones Unidas elaboró un Plan de Acción hasta el año 2030 basado en 17 objetivos globales para actuar frente a este problema que pone en riesgo la vida humana. Esto con la finalidad de incentivar a los Gobiernos y a los grandes capitales a modificar sus acciones y adoptarlas para el cumplimiento de estos 17 objetivos.

El Poder local como opción.

Ahora, teniendo en cuenta cómo los grandes capitales se desarrollan en los actuales sistemas económicos , hemos determinado que no será posible ejecutar el Plan en la forma que se está planteando, ya que ha quedado demostrado que las políticas públicas y estrategias de acción emanadas por estas organizaciones internacionales no tienen el resultado esperado en la mayoría de los Estados que terminan incumpliendo los objetivos fijados; un ejemplo de ello son el Protocolo de Kyoto y el Tratado de París. Por lo que se debe buscar una alternativa organizacional a nivel político para generar las modificaciones oportunas con el objetivo de obtener el necesario equilibrio en el sistema de producción actual o ir más allá, ya que no basta con adaptar el sistema a las necesidades del planeta, es necesario modificar el sistema: implementar una nueva configuración adaptada a la sostenibilidad, donde las decisiones de cambio sean generadas desde los niveles más cercanos a la población de la organización estatal, los Municipios, las parroquias, etc.. , donde la comunidad organizada vele por el cumplimiento de los compromisos adquiridos.

Es momento de que lo local determine lo Global, de que la descentralización sea la opción para trabajar por la implementación de los Objetivos para el Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas.

Pensemos Globalmente, actuemos localmente.


Autor: Rosmel Rodriguez. Asesor político en la Câmara Municipal de Marco de Canaveses. Politólogo (UCV), Estudiante de Doctorado en Democracia ( Coimbra Univ.) con Maestrías en Marketing y Comunicación Política (CESCOMPOL) y MBA (EUDE). Con estudios de post-grado en Desarrollo Sostenible (Cambridge Univ.) y Políticas Públicas (London School of Economics).