Por: BERNARDO CONGOTE
Miembro del Consejo Internacional de la FYL

¡La República Argentina es viable! Las cosas están tan complicadas, que hubo que viajar hasta Catar para confirmarlo.

El finalizado campeonato mundial de fútbol 2022 se convirtió, para la Argentina, en un excelso laboratorio republicano.

Como hace mucho tiempo no lo hacían, un puñado de argentinos pudieron jugar con una sola moneda que hicieron suya: el balón.

Y con esa moneda lograron conseguir todo tipo de servicios desde la derrota contra los saudíes hasta la victoria contra Francia.

Ninguno de los argentinos que jugaron este domingo en el estadio Lusail estuvo preocupado por los jueces.

Como suele ser propio de la Justicia, les regalaron un penalti inexistente, el primero, y también les cobraron otro igual. La justicia es, relativamente, ciega.

Representantes de 45 millones de ciudadanos que los eligieron libremente para portar la bandera argentina por el mundo, ellos diseñaron y aplicaron sus propias reglas de juego ganadoras mediante consensos que no fueron fáciles.

Recuperarse de la derrota en el primer partido, les exigió a estos representantes sacar de sí las mejores virtudes consensuales, las mejores calidades transaccionales y la más grande resiliencia. Esto es, las mejores virtudes republicanas.

Y llegar este 18 de diciembre a imponerse sobre Francia tuvo como condimento fundamental que la Argentina jugó como una orquesta, sin reparar en cuántas cuerdas, vientos o percusiones sonaban sobre el césped.

El presidente Scaloni daba lecciones de ánimo, fuerza y disposición táctica en el campo que, aplicadas sabiamente, les iban probando a los representantes en el campo que Francia no aparecía por parte alguna.

La inobjetable inmensidad de Mbappé le dio mayor brillo al triunfo argentino. Pasaron por encima de su equipo, mas no de él. Así es el fútbol. Un juego de conjunto (así sea necesario Messi).

Esta conjunción republicana entre Ejecutivo y Legislativo, fue produciendo frutos haciendo que Francia siempre se viera obligada a remontar ventajas argentinas.

Los poderes republicanos puestos en lisa sobre el césped catarí, no trataron a Francia como vulgar enemigo sino como gran adversario.

Ello nos permitió gozar viendo darse la mano entre lesionados tras numerosos empujones, codazos, zancadillas y golpes propinados y recibidos en todas las partes del cuerpo.

Tratar a Francia como adversario le permitió a la (Se)Lección no despabilarse un solo momento de modo que tras el 1-0 empezó a construir el 2-0 y tras el 2-2 empezó a construir el 3-2, hasta llegar al final en que su actitud republicana logró el 4-1 en las penas máximas.

La (Se)Lección tuvo como otra gran virtud de no temerle a las reglas de juego que la pusieron a jugar a tope durante casi 130 minutos. Jugó plena durante los 90 minutos; jugó plena durante los 30 adicionales y se volcó plena sobre la portería de Lloris empujándole 4 penaltis de campeonato.

Aceptando republicanamente que había llegado a Catar por sus propios méritos, no por los créditos de algún tercero, la (Se)Lección demostró que la Argentina es capaz de producir respetándose a sí misma y a sus próximos.

Todas las anteriores razones explicaron, este 18 decembrino, que ninguno de los representantes de la Argentina en Catar le pusiera algún obstáculo a las decisiones judiciales.

Como pocas veces estos años, la republicana (Se)Lección argentina se erigió ante su propio pueblo y ante el resto del mundo como ejemplo vivo del país que llegó a ser uno de los más prósperos del planeta terminando el siglo XIX.

Como pocas veces, un puñado de argentinos decidió autónoma y profesionalmente, mostrarse capaz de triunfar sin escrachar a sus adversarios, sin demeritar a sus oponentes, sin ningunear a sus contradictores.

Como pocas veces durante estos 50 años de una frágil democracia, un puñado de argentinos acaban de probarse a sí mismos, a sus coterráneos y al planeta que se puede triunfar actuando como propietarios de la república, no como sus arrendatarios.

Que se puede triunfar dando, no pidiendo.
Que se puede triunfar trabajando, no mendigando.
Que se puede triunfar con los recursos propios, no con los ajenos.
¡Gracias Argentina!