Por Santiago González Díaz *

La constante búsqueda de auto realización caracteriza al hombre, cualquiera sea su origen social. Sin embargo, la realidad del país nos muestra que gran parte de la sociedad argentina abandonó dicho anhelo, para entregarse a las imposiciones estatales.

Quienes no tienen ningún interés en los asuntos públicos, respaldan fervientemente las políticas del gobierno nacional, atraídos por la mágica comodidad que supo imponer el régimen con su aparato paternalista.

La cultura del trabajo no es más que lindas palabras para el oficialismo. El paternalismo kirchnerista, inventa la obligación estatal de responder y resolver los problemas de la esfera privada. Las personas sienten el derecho de reclamar al Estado la solución inmediata de sus necesidades, cualquiera sea.

La famosa frase de Eva Perón: “donde hay una necesidad, hay un derecho”, resume el ideario peronista de una sociedad de masa clientelar. Las dictaduras y los populismos – nacionalistas se encargan de imponernos las preferencias y los mecanismos de solución, más convenientes a sus intereses, decorados con la idea de salvar la Nación.

De esta manera la sociedad se torna ociosa, en lugar del sacrificio opta por la dádiva, el ventajismo y la omisión de la ley. La corrupción se vuelve estructural y se la resume poéticamente en “viveza criolla”.

Sin embargo, no puede machacarse una actitud conformista sólo a los sectores con escasos recursos. Los grandes empresarios industriales colaboran en sostener el proteccionismo y la intervención estatal de la economía.

El discurso oficial critica abiertamente el capitalismo, ocultando que en la realidad nacional prima un sistema mercantilista, de escasa competitividad y signado por los favores para ganar mercados.

No se innova, ni se compite, solo se recauda con la producción mediocre y se captura al mercado de consumidores a ofertas efímeras y de mala calidad.

La comodida estanca, tanto a personas como a los propios estados. Es factor de involución e impide el crecimiento cultural. Extermina el libre pensamiento, no por fuerza, sino por la comodidad de no pensar.

Es la falta de interés, justamente, la que degenera a los gobiernos democráticos y vuelve campo fértil para los populismos modernos con disfraz democrático.

La dificultad con la que se encuentra el liberalismo es que la libertad nos obliga a ejercerla. Si se es libre, no se puede estar inactivo, esperando pasivamente. Las dictaduras son cómodas y complacistas, eliminan tal exigencia.

Quienes no compartimos la ampliación del Estado y su injerencia en asuntos de carácter privado, cometemos el error de proponer a la sociedad un sistema basado en la responsabilidad y el mérito. Nuestra filosofía de vida va ligada a la responsabilidad individual de nuestros actos. Las decisiones y sus consecuencias recaen sobre cada persona.

Las sociedades tienen el gobierno que se merecen, los representas y son la imagen de la mayoría en ese país. Los nacionalismos son montajes escénicos de una gran mentira. Las sociedades acostumbradas al paternalismo, difícilmente progresen y sigan un curso de crecimiento estable a largo plazo, encerrándose en ellas mismas y dejando de imitar los exitosos ejemplos de las economías libres del mundo.

Pero las reformas no pueden circunscribirse a lo meramente económico. Sería inútil cualquier esfuerzo si no se pone el acento en una transición cultural; cimentando las bases de una sociedad más comprometida cívicamente.

Los rebaños son llevados por pastores de manera pasiva, los ganados son acarreados. No importa el lugar a donde van, simplemente avanzan fortaleciendo la posición dominante de las dictaduras. Tenemos la posibilidad, cada día, de elegir. Es necesario que las ovejas se decidan dejar el rebaño, y salten la cerca.

 

* Es Lic. en Ciencia Política e investigador del área de Políticas Públicas de Federalismo y Libertad