El multipremiado escritor colombiano está en la Argentina invitado por la Fundación Federalismo y Libertad. En Infobae TV habló del posible fracaso del proceso de paz en su país, recordó a García Márquez y a Conrad y se refirió a “la extraña manera que encontramos los humanos de explorarnos a través de la novela”
De visita en Buenos Aires, adonde llegó invitado por la Fundación Federalismo y Libertad para una conversación en la Biblioteca Nacional junto a Alberto Manguel, su director, el premiado escritor Juan Gabriel Vázquez (ganador del Premio Alfaguara 2011 por su novela El ruido de las cosas al caer) visitó el piso de Infobae TV, donde confesó que no se sentía con derecho a escribir sobre su país, Colombia, porque no lo comprendía, pero que leyendo a Joseph Conrad superó ese fantasma. “No entender es la mejor razón para escribir”, dijo. Y, como no podía ser de otra manera, habló de Gabriel García Márquez y el realismo mágico, “un lente que, 50 años después, ya es opaco para iluminar lo que sucede en mi país”. Dolido por lo que, pronostica, será el fracaso del proceso de paz, Vázquez aseguró que no le asombraron los cambios políticos en la Argentina.
– No es esta tu primera vez en Buenos Aires.
– Estuve ya dos o tres veces, la última en el 2011.
– ¿Y es distinto o no 2011 al 2017? ¿Cómo nos ves?
– Es absolutamente distinto, todas nuestras sociedades latinoamericanas se mueven a una velocidad vertiginosa y los que intentamos explicarlo con esto tan lento que es el idioma, no damos abasto. Me encontré un país muy distinto, una ciudad muy distinta; sigo la política argentina desde lejos, además, así que no me sorprendieron los cambios.
– ¿Dirías que lo que nosotros llamamos aquí como “la grieta” es similar en 2011 y 2017?
– En los últimos seis años pasó algo en todas nuestras sociedades en cuanto a la conversación política, que se ha degradado de una manera lamentable. Es una responsabilidad que tenemos nosotros, los ciudadanos, pero como esa discusión transcurre en parte en las redes sociales, esa discusión se abarató, se simplificó. Nos acostumbramos a hablar de política de manera crispada, en términos polarizados, profundamente intolerantes, y con un nivel de violencia verbal que deteriora nuestra convivencia. Eso está pasando en las redes sociales y afecta de manera directa nuestra convivencia.
– ¿Eso está pasando también en Colombia, también, a pesar del proceso de paz?
– No solo sucede, sino que es la principal razón indirecta que tiene estancado el proceso de paz. En este momento está estancado el proceso de paz, es muy posible que fracase, lo estamos aceptando así poco a poco. Uno de los procesos más exitosos y eficaces que tuvo el mundo occidental en la terminación de un conflicto tan largo, puede que fracase, entre otras razones, por una realidad alterna, mentirosa, falseada, llena de calumnias y distorsiones que se impuso en las redes sociales en oposición al proceso de paz. Los partidos que se oponen han construido un relato mentiroso muy acorde con lo que ya estamos comenzando a llamar “posverdad” para mentir sobre él, asustar a los ciudadanos. Es una de las razones por las cuales fracasó en octubre el referéndum que tenía que aprobar el acuerdo. Nos estamos jugando la vida del proceso de paz en los próximos meses que tienen que pasar de aquí a las elecciones de mayo.
– Qué preocupante lo que decís. Lo vinculo con tus definiciones sobre el “realismo mágico” construido por Gabriel García Márquez, la distancia con la Colombia real.
– Bueno, eso que ahora llamamos realismo mágico fue una nueva herramienta con la cual explorar la realidad colombiana y latinoamericana. Fue un acceso, una manera de entender nuestro continente, que antes no teníamos. Toda obra maestra, toda gran novela, hace eso de alguna forma, nos permite un acceso a una realidad que no teníamos. Cien años de soledad hizo eso hace 50 años; ese lente se hizo más opaco y ya no nos lleva a revelaciones. Por eso soy partidario de que reinventemos no solo nuestra manera de explorar nuestro continente, nuestros países, nuestra vida política, sino también nuevas manera de leer ese libro fantástico.
– Me sorprendió que hiciste una biografía de Joseph Conrad, El hombre de ninguna parte, y luego eso te llevó a una novela. ¿Cómo fue ese proceso?
– Yo estaba pasando por un momento muy crítico después de la publicación de dos novelas que escribí siendo muy joven, y que me parecieron insuficientes inmediatamente después de haberlas publicado, por lo menos para mi idea de lo que quería escribir. Se llamaban Persona y Arena suplicante, y lo digo en pasado, porque de alguna manera se han muerto. En ese momento descubrí que mi gran problema como novelista incipiente era que no sabía cómo escribir sobre mi país. Sabía que en Colombia estaban mis temas, mis obsesiones, mis fantasmas, pero sentía que no entendía mi país, ni su historia, ni su política, y por lo tanto no tenía derecho a escribir sobre él. Entonces fue que descubrí a Conrad, cuyas novelas, cuya vida, transmiten un mensaje preciso, que no entender es la mejor razón para escribir. Escribimos para ir a estos lugares, para ir a lugares que no entendemos, cuya naturaleza ignoramos. La literatura es una herramienta de inquisición, en el mejor de los sentidos, para hacer preguntas, es una herramienta para iluminar esos rincones oscuros de nuestra experiencia individual y colectiva. Desde esa revelación que me trajo Conrad empecé a escribir sobre mi país sin parar, publiqué Los informantes y desde entonces no escribí ninguna línea de ficción que no sea obsesivamente colombiana.
– O sea que “el hombre que no era de ninguna parte” tal vez eras vos. Viste que se dice que toda biografía en realidad es una autobiografía. Conrad fue tu vehículo para encontrarte.
– Absolutamente, claro que sí.
– Estudiaste en la Sorbonne, y viviste muchos años en París.
– Los estudios en la Sorbonne fueron persiguiendo el mito de la ciudad literaria en París. Estuve allí, luego fui a las Ardenas belgas, donde descubrí a Conrad. Y luego estuve 13 años en Barcelona, donde realmente empecé a escribir mis libros.
– ¿Y qué podemos decir hoy de la literatura colombiana?
– La literatura colombiana pasa por un momento extraordinario, porque creo que supo tomar de la tradición enriquecida por García Marquez. Escribimos sobre esa tradición y ahora entramos a una librería colombiana y hay cinco o seis generaciones colombianas trabajando con dedicación y talento, desde Tomás González, que nació en la década del 40, hasta Margarita García Robayo, que vive aquí en Buenos Aires, y que está escribiendo novelas cortas y cuentos de una factura fantástica.
– ¿Y existe un diálogo, o una comunidad, entre esa literatura colombiana y la mexicana, la chilena, la argentina, la brasileña?
– No, no lo veo yo. Nuestras literaturas latinoamericanas están mucho más atomizadas que las de nuestros padres o abuelos literarios. Se comunican de otras maneras. Respondemos también a tradiciones de otros países y de otros medios. El cine y el guión, las series de televisión también influyen en estos momentos, no es mi caso, pero sucede. Por fenómenos de comunicación digital, en cambio, sí creo que nos leemos más que antes. Eso es muy provechoso.
– Hablando de las lecturas mutuas, me contaste que estuviste en Bogotá con Marcelo Figueras, autor de La negra noche del crimen.
– Sí, a Marcelo lo conocí en Barcelona hace muchos años, y siempre nos hemos leído con mucho cariño y admiración. Soy admirador de sus novelas y de su labor como guionista. A mí es algo que me interesa mucho. Es muy amigo, y no son muchos los casos en que uno sea amigo de quien admira, así que me da mucho gusto.
– Presentemos para el final tu próximo libro en Alfaguara, Viajes con un mapa en blanco.
– Es un libro de ensayos que va a salir en el mes de abril en la Argentina, por lo que me informan, donde trato de reflexionar sobre la novela como género, sobre esta manera extraña que encontramos los humanos de explorarnos, que es la novela. Es una exploración de Cervantes, de Tolstoi a Vargas Llosa, a Proust.
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