Por Armando Ribas 

Mientras continúe la aparente catarsis argentina de considerar que la decadencia ha sido el producto del carácter y del egoísmo de los argentinos, no tenemos solución a la presente situación del país. Ante la realidad que enfrentamos en el futuro inmediato, debemos insistir en la necesidad de determinar las causas verdaderas de la decadencia.

En ese sentido empiezo por reconocer que si la catarsis fuese una explicación válida de la naturaleza de la personalidad argentina, no habría posibilidad de comprender la razón del salto cuántico que diera la Argentina en la historia en el siglo XIX. En 1852, en la época de Rosas vivía en la edad Media (religión o muerte) en la mayor pobreza, con un millón de habitantes y un 80% de analfabetos. Pero a principios del siglo XX, tenía un ingreso per capita superior al de Francia, Alemania e Italia, tal como lo reconociera recientemente The Economist. Competía con Estados Unidos, la población era de unos siete millones y el analfabetismo se había reducido al 25%. La pregunta pertinente es entonces ¿cual fue la razón de esa evolución? y más importante aún ¿cual fue la causa determinante de la decadencia e involución?

No debiera caber dudas de que los factores determinantes del éxito político fueron la aceptación de los principios en que se basara la Constitución de Estados Unidos y consecuentemente, el respeto por los derechos individuales. En ese proceso no debiera de haber dudas que las personalidades que iniciaron y llevaron a la práctica ese proceso.

La llegada del fascismo a la Argentina al terminar la Segunda Guerra Mundial determinó el camino de la decadencia que hoy sigue pendiente. Por ello, lo importante para superar la crisis en la que nos encontramos es primeramente tomar conciencia de las ideas que proyectaron a la Argentina a los primeros lugares de los países del mundo, Urquiza, Mitre y Sarmiento. En esta observación histórica no pretendo desconocer el rol preponderante de Roca y la llamada generación del ochenta, sino tan solo reconocer que esta fue posible por los hechos de la generación del treinta y siete. En primer lugar debemos reconocer que sin Urquiza la Argentina no existiría. La batalla de Caseros que determinó el derrocamiento de Rosas. En segundo término los acuerdos con Mitre y apoyar la Constitución de Alberdi a la que impuso durante su gobierno y la acordó luego con Mitre en 1860.

Dijo Alberdi:»Mi convicción es que sin la Inglaterra y los Estados Unidos la libertad desaparecería en este siglo». Y al respecto Sarmiento: «Solo la Inglaterra y los Estados Unidos tienen instituciones fundamentales que ofrecer al mundo futuro». Estos personajes no eran ni anglosajones ni protestantes ni japoneses, eran argentinos de pura raza. Fue la aceptación del sistema, el que cambió el derrotero del retraso argentino. Al respecto vale recordar el pensamiento de Alexis de Tocqueville cuando dijera: «Tanto son más fuertes los vicios del sistema que la virtud de los que lo practican».

Lamentablemente todo parece indicar que en el ámbito político argentino esta realidad es ignorada y por ello se ha creído que la riqueza del país fue producto de la Pampa húmeda y del invento de los barcos de vapor. Si así hubiera sido, diría que la pampa se humedeció en 1853 y se secó en 1943. Así se pretende ignorar que fueron Perón y Evita los determinantes de la decadencia argentina que comenzara a manifestarse con la llegada de Irigoyen y del Nacionalismo Católico. Cuando hablo de la Iglesia Católica no me refiero a la religión sino a la política. Y esa política a mi juicio ha violado históricamente un principio liminar del cristianismo que fuera «Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Y no olvidemos que los problemas son políticos y la economía es la consecuencia. Recordemos como lo señala Sebreli en su histórico e iluminante libro Historia de las Ideas Políticas Argentinas, que la Iglesia fue un factor decisivo del triunfo electoral de Perón. Para superar la crisis en la que nos encontramos tomemos conciencia de las ideas que proyectaron a la Argentina a los primeros lugares del mundo.

Fuente: El País